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La elección de León XIV como líder de la Iglesia católica ha despertado gran interés a nivel global, no solo por ser el primer pontífice nacido en Estados Unidos, sino también por su perfil conciliador y su experiencia internacional, que lo han hecho merecedor del título de “ciudadano del mundo”.
Robert Francis Prevost, de 69 años, fue elegido como Papa este jueves. Su trayectoria como misionero agustino en Perú —país del que también es ciudadano— y su labor en Roma, lo posicionan como un líder eclesial con una profunda sensibilidad latinoamericana y una mirada global.
Su perfil contrasta con el del presidente de su país de origen, Donald Trump, con quien podría tener una relación distante. Aunque la Casa Blanca ha celebrado su elección, las posturas sociales del Papa —a favor de los migrantes, la justicia racial y la lucha contra el cambio climático— lo colocan en las antípodas del enfoque político del mandatario republicano. Su antigua actividad en la red social X incluye críticas directas a figuras clave del Gobierno de Trump, incluyendo al vicepresidente JD Vance y las políticas migratorias restrictivas.
En su primer discurso, León XIV mostró su cercanía con el pensamiento del Papa Francisco, a quien mencionó reiteradamente. Analistas destacan que su elección del nombre León —en honor al Papa León XIII, reformista y defensor de los trabajadores— podría señalar una continuidad en el camino de modernización e inclusión de la Iglesia.
Sin embargo, también mantiene posiciones conservadoras sobre temas como el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo, lo que le otorga una identidad matizada: reformista en lo social, tradicional en lo doctrinal.
Su elección ha sido interpretada por algunos expertos, como Massimo Faggioli, como un gesto significativo en medio de un mundo cambiante: “El Vaticano intenta entender qué representa el nuevo Estados Unidos para el mundo y para la Iglesia al elegir un Papa de ese país”, comentó.
Aunque su nacionalidad no fue un factor determinante en el cónclave, según señalaron varios cardenales, su figura se alza como un símbolo de diálogo en tiempos de polarización. Para muchos dentro del Vaticano, León XIV es, ante todo, un líder con capacidad para tender puentes entre culturas, pueblos y visiones de Iglesia.